Opino que necesitáis esta pequeña introducción al mundo en el que vivo  para poder comprender los entresijos de mi mente y en resumidas cuentas la mala hostia de la que dispongo y todo se puede resumir en una frase: Vigo en el siglo XXI.

Vigo es una hermosa ciudad a la que acogen entre sus aguas una ría homónima y el mar; sus gentes son amables y agradecidas, así como su maravilloso alcalde el excelentísimo D. Abel Caballero.

Los de Vigo sabrán que el párrafo anterior es una absoluta farsa, es más si eres de Vigo probablemente eres un hijo de puta, pero no es culpa tuya, esta ciudad forja ese carácter ruin; los vigueses somos unos hijos de puta. No todos dirás, y una mierda, todos los vigueses somos unos hijos de puta. Desde el recién nacido hasta el anciano, nuestro ambiente genera una forma de ser digna de un relato de Mario Puzo.

No sé si son sus cuestas, la misma ciudad en decadencia comida por la mierda que generamos al no mover un puto palmo y arrastrar nuestro culo a un jodido contenedor y eso que han puesto uno cada dos minutos de caminata,  el tráfico que se forma en una ciudad lo bastante dispersa como para que nunca dos coches coincidan en una misma zona ¿Cómo es que hay trafico? Porque somos unos hijos de puta, como bien maticé. Decidme que es necesario el atasco matinal de la gran vía cuando hay decenas de calles paralelas que conectan las mismas zonas «que vayan los demás por ahí, no tengo por que ser yo» dice el vigués. Siguiendo en la linea del tráfico: el conductor local siempre va a optar por joder antes que molestarse en una decisión para ambas partes, quiero decir: si te puede dar por culo más te vale tener vaselina; desde robarte un sitio en del que te separaste dos palmos para maniobrar hasta taponar una calle entera de tres carriles por pasarse su salida y con sus dos cojones de hijo de puta dar marcha atrás en una vía principal para recuperar su ruta.

Diréis eso no es cosa de Vigo, pasa en todo el mundo. Bien. En esta ciudad somos tan hijos de puta que en lo que a circulación peatonal se refiere si podemos abrir el culo del prójimo, lo abrimos: no es extraño querer ir por una calle en la que caben unas cinco personas y encontrarse con que tres amables y entrañables ancianas, por no decir viejas de mierda, entrelazan sus brazos en una inexpugnable formación romana en la que no cabría ni la zorra de Kate Moss, la situación se agrava cuando  con la educación que has podido reunir de bajar tu marcha a una que medida en km/h daría negativo les pides paso ya que las señoras lugareñas también son unas hijas de puta, no es  raro oír en ese caso que la juventud no tiene modales, son unos maleducados y que no hay respeto para la tercera edad cuando seguramente tu frase para pedir el paso, que te corresponde legítimamente y de nacimiento, fue ¨perdón ¿me dejan pasar?». Otro tema de la tercera edad de esta maravillosa ciudad es el encontrarse con alguien y parar en medio y medio sin importar quien vaya detrás y como puedan joder al resto de la humanidad (es curioso que esta franja de edad coincida con el votante del partido popular). Pero aquí no solo hay para las viejas, ni mucho menos. Hay otro grupo de población conflictiva que entorpecen el paso del andante medio y estos son los movilistas del tercer sol, sí, el puto móvil; puedo jurar con la mano en esa pantomima que tenemos por constitución que he chocado con una chica que quería sacarse una «selfie» tras su frenada en seco que ni con «converse» de bridgestone.

Lejos de lo molesta que es la gente puedo dar pruebas políticas suficientes del nivel de hijos de puta que tenemos que en lugar de un post en un blog podría escribir el libro «Hijos de puta y donde encontrarlos» por Jodete Rowling. En las ultimas elecciones al ayuntamiento de Vigo se presento nada menos que un conocido mafioso local, Sinaí Jiménez que ahora mismo está en la cárcel por extorsión en los mercadillos gitanos. Pero la excelencia de la hijoputez de mi ciudad natal no se la lleva otro que nuestro amado y glorioso líder Abel Caballero. No es que sea más hijo de puta que Sinaí por poner un ejemplo cercano, es que es de la clase de hipócrita, cínico y vanidoso de la que solo te sale decir: hijo de puta. Os sitúo yo llevo en este mundo desde principios de los 90 y ya a mis cinco años iba a jugar a los columpios del castro con mis amigos; hoy en día, cumpliendo su noveno año de alcalde, en el cartel figura que él los inauguró.

Pero no todos somos hijos de puta aquí no quiero que todos salgáis de aquí con la sensación de que os he insultado. También hay gente recién llegada a la ciudad.

Que os jodan,

Dom